
17 Abr El sueño de un hombre
Soy una convencida de que los libros llegan porque tienen algo que mostrar, algo que contarnos muy cerca y muy despacio. Anoche me quedé hasta las tres y media de la mañana secuestrada por la prosa de David Foenkinos que construye una trama donde todo importa mucho.
¿Algún adelanto? Existe una biblioteca y el sueño de un hombre que quiere conservar los libros que han sido rechazados por las editoriales. Existen citas a pie de página que quieres subrayar porque te recuerdan un poco a ti mismo. Existen parejas que se quieren y parejas que dejaron de quererse, pero que siguen ahí, navegando, tratando de cruzar al otro lado. Existe amor y existe codicia. Existe erotismo, juventud y lejanía. Existen puntos finales. Existen malas decisiones. Y uno, como un cotilla, como un cómplice de personas que despliegan su humanidad parte a parte, se deja conducir y se ríe y llora y cree que el amor no es una quimera cuando se asoman Marina y Gourvec. ¿Otras pistas? Hay un hombre que muere, otro que va a morir y otro que sigue viviendo. Hay una pareja que va a tener un hijo. Hay una madre que recuerda a su marido y una niña que es también una mujer y que no va a perdonar a nadie. Hay un secreto que no vamos a saber hasta el final (y créanme que vale la pena avanzar las casi trescientas páginas para llegar hasta ese punto). Alguna vez alguien me dijo que yo te había amado tanto que te escribí una novela. Con los años me he dado cuenta de que sí, de que esa persona se equivocaba en todo menos en eso. Uno a veces hace esas cosas. Por eso cuando llegué a estas líneas me acordé de ti. Cito: “esa novela desvelaba su amor, que al final resultó ser tan intenso como para no querer nunca más a ninguna mujer. Ahora, Marina, reconocía que ella había sentido lo mismo. De modo que aquello existió, y eso era quizá lo más importante. Sí, existió. Del mismo modo que los relatos luminosos que se inventaba en medio de su oscuridad. La vida tiene una dimensión interior, con historias que no se materializan en la realidad, pero que no por ello dejamos de vivir”.